Mouris Salloum George*
La intelectualidad mexicana, siempre en busca de modelos de importación, adoptó en años pasados uno, considerado como un adelantado teórico de la política y la democracia: Giovanni Sartori.
Respetable la propuesta: De su vasta obra recuperamos aquí, de Sartori, un señalamiento: La televisión destruye más entendimiento y saber que el que transmite.
Poco “leídos y escribidos”, al compartir en condominio el poder presidencial, Vicente Fox y la Señora Marta escucharon a alguno de sus asesores susurrar: Lo que no aparece en la televisión, no existe. Obviamente, plagio de un investigador y divulgador europeo.
Millones de ciudadanos anónimos
Ajustándose aún las cifras de participación electoral el pasado 1 de julio, se ha dado como bueno, sin embargo, el dato de que votaron unos 56 millones de mexicanos.
Sobre esa estadística giramos: Durante la campaña presidencial, comerciales electrónicos incitaron a la participación con el slogan, las elecciones son de todos.
Pero en la insoportable inundación de spots de partidos, candidatos y de algunas asociaciones privadas, aparecieron muy poquitos: Algunos deportistas, actores, modelos y escritores: En estricto rigor, a cuadro no pasaron de medio centenar.
El segundo dato, es que el Registro Federal de Electores llenó el listado nominal con unos 89 millones nombres de ciudadanos.
Esos, no aparecieron en las pantallas de televisión. No obstante, sus votos determinaron un cambio radical en las preferencias electorales. ¿Existen o no esos compatriotas mayores de edad?
Voto secreto, sus emisores continuarán en el anonimato. Sólo queda el veredicto, con nombres y apellidos, de aquellos que proclaman que la ejemplar democracia mexicana dio una lección al mundo civilizado.
Irrefrenable protagonismo de los consejeros electorales
Los candidatos y los dirigentes de partidos derrotados han asimilado los resultados del 1 de julio: Unos, ardidos, lamiéndose las llagas; otros, ecuánimes, tratando de sacarle rendimientos productivos a su experiencia adversa.
Entre la legión de los que sufrieron urticaria al conocerse los resultados de la elección presidencial, están algunos consejeros electorales, reputados como la bancada del PRI en el Consejo General del INE.
Siguiendo el estilo mediáticamente protagónico de Lorenzo Córdova, algunos de los consejeros electorales federales andan dando tumbos en los pisos de las televisoras y en las cabinas radiofónicas, porque les resulta imposible estar fuera de sus imprescindibles cajas de resonancia.
Esta mañana escuchamos a algunos de ellos, descubriendo el agua tibia: “El INE es un órgano autónomo”: A explicación no pedida, confesión manifiesta. En sentido contrario. Tanta exposición a la luz, el riesgo es el síndrome de Drácula. El sol chamusca.
Los autónomos consejeros son requeridos para que esclarezcan públicamente acusaciones contra algunos partidos y los fundamentos de sus acuerdos sancionadores, expresados en multas a los transgresores.
Los consejeros andan disparando castigos a mansalva por asuntos que incluso ya han pasado por los filtros del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, instancia jurisdiccional que en muchos expedientes han dado situaciones como cosa juzgada.
Lo que en última lectura resulta, es que el tan celebrado proceso electoral “sin precedente”, no rechinó precisamente, de limpio: La suciedad es exhibida a toro pasado por aquellos que, como árbitros, tuvieron a su cargo la fase administrativa de las elecciones generales de 2018.
La conseja popular recomienda no escupir pa’rriba. Vale.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.